"Cual es su pensamiento
en su corazón, tal es él". Proverbios 23:7
¿Podemos llegar a imaginarnos cómo se tiene que defender el sistema
inmunológico, ante el ataque constante y diario al que se ve sometido...?
Si le parece que la bacteria asesina, la enfermedad del legionario y las gripes
malignas son perniciosas, le sorprenderá enterarse de que las investigaciones
médicas y científicas han concluido que el enemigo más temido para el organismo
no son los microbios… sino los pensamientos y las palabras de cada día.
Es más: hay un nutriente de efectos
terapéuticos más eficaz que las vitaminas, los minerales, las enzimas, los
jugos naturales y las hierbas medicinales.
¡El AMOR!
El cerebro trabaja constantemente, todos los días del año y a toda hora, no
cierra por fiesta ni se toma vacaciones.
De entrada, es la computadora que dirige el organismo, y regula prácticamente
cada una de las funciones del metabolismo y su equilibrio químico.
Desde el sistema nervioso hasta la actividad sexual, pasando por miles de
actividades más de las que el lector no tiene ni idea, el cerebro es el que
manda, y está constantemente creando, guiando, regulando, equilibrando y
manteniendo todo el organismo en cada momento del día.
La ciencia ha descubierto que cuando se tiene un pensamiento el cerebro produce
sustancias que abren lo que se podría llamar una ventana.
Cuando el pensamiento concluye, la ventana se cierra.
Por ejemplo, cuando ve a la persona de sus sueños y siente amor, esa sensación
increíble que le recorre el cuerpo no es otra cosa que una sustancia química.
Cuando se excita sexualmente se debe a que el cuerpo ha liberado otra sustancia
química, y cuando ese desgraciado se le cruza de pronto con el auto sin
esperar, y en ese momento al lector le gustaría tener consigo una pistola de
rayos láser en el volante para desintegrar a ese sujeto...
Esa ira que siente, ese ácido corrosivo que aparece en el sistema circulatorio
o el estómago, esa sensación es otra sustancia segregada por el cerebro.
¡Esas sustancias segregadas por el cerebro se llaman neuropéptidos!
La biología lleva años realizando investigaciones en este campo.
Lo que sabemos hasta ahora es que cuando se tiene un pensamiento, el cerebro
produce sustancias que afectan a la persona, y lo que esta siente es la
producción y asimilación de esos neuropéptidos.
¡Y es aquí donde se pone
inquietante la cosa!
La ciencia médica hizo un descubrimiento trascendental en la última década que
ha pasado prácticamente inadvertido.
Ya sabía que las células del sistema inmunológico, como todas las demás, tienen
estaciones de descarga en su membrana para asimilar diversas sustancias.
Lo que se descubrió fue que en la membrana de cada uno de los linfocitos que
defienden el cuerpo de bacterias, virus, hongos, parásitos y cáncer –de hecho,
de TODA enfermedad– hay un punto concreto de carga que recibe los
neuropéptidos.
¿Qué le importa al sistema inmune lo que se piensa?, ¿por qué da importancia a
los pensamientos?
¿Es que no tiene suficiente con tantos microbios como hay presentes en el
ambiente y la proliferación exponencial del cáncer?
¿Le es indispensable entrometerse en nuestra vida y monitorizar las
conversaciones privadas que sostenemos con nosotros mismos?
¡Eso no es todo!
Ya hemos visto que el sistema inmunológico se pasa el tiempo escuchando
nuestros monólogos interiores mientras que ninguna célula ni órgano ni ningún
otro aparato del organismo monitoriza a otro si no está preparado para
responder a la información que obtiene.
La respuesta del sistema inmune está condicionada por los pensamientos.
El sistema inmune no sólo escucha, sino que reacciona al diálogo emocional.
Es esto lo que afirma la ciencia médica: que las células que defienden el
organismo tienen puntos concretos de recepción de neuropéptidos, las sustancias
que produce el cerebro con cada pensamiento.
Y que la respuesta de esas células a los gérmenes patógenos varía dependiendo
de que se fortalezca, se debilite o deje de funcionar totalmente a causa de
esas sustancias.
¡Así que... piensa positivamente!
Neuropéptidos
Un neuropéptido es una cadena de dos o más aminoácidos unidos por puentes
peptídicos que se diferencian de otras proteínas sólo por la longitud de la
cadena de aminoácidos.
Se han secuenciado alrededor de 100 neuropéptidos de fuentes biológicas.
Su tamaño puede variar desde dos aminoácidos (ej: carnosina) hasta más de 40
aminoácidos (CRH). Tienen función tanto excitadora como inhibidora.
Los neuropéptidos (neuromoduladores o cotransmisores) tienen cuatro grupos:
Factores de liberación hipotalámicos (TRH, CRF, somatostatina)
Péptidos hipofisiarios (ACTH, oxitocina, prolactina...)
Péptidos del aparato digestivo (sustancia P)
Grupo ecléptico (endorfinas, encefalinas, angiotesina II)
Las funciones son:
- mecanismos nerviosos del aprendizaje y la memoria
- regulación de la ingesta de comida y bebida
- comportamiento sexual
- control del dolor
Transmisores de acción rápida
y molécula pequeña
Son los que producen las respuestas más inmediatas del sistema nervioso, como
la transmisión de señales sensitivas hacia el encéfalo y de señales motoras
hacia los músculos.
La investigación en neuroquímica en los últimos años ha proporcionado una gran
cantidad de información sobre los péptidos neuroactivos.
En cuanto a los neuropéptidos, lo más sorprendente de su descubrimiento ha sido
que, en algunos casos, aunque se sabía que actuaban en el cuerpo humano como
hormonas, se ha ampliado el campo de acción de los mismos.
Por ejemplo, el péptido intestinal vasoactivo (VIP) y la colecistoquinina (CCK)
se sabía que actuaban como hormonas gastrointestinales, de acción local, y
posteriormente se aislaron en el sistema nervioso central (SNC), donde se
comprobó que llevaban a cabo una actividad fisiológica importante, así como
otras propiedades que definen su papel neurotransmisor y neuromodulador.
Sin embargo, en otros casos, el estudio más detallado ha supuesto un cambio y
alejamiento de la idea inicial que se tenía sobre el funcionamiento de los
mismos.
Ejemplos de este segundo caso son la vasopresina y la oxitocina.
Por último, otros péptidos, como las endorfinas y encefalinas, se consiguieron
aislar del SNC gracias a su enorme capacidad para imitar las acciones básicas
de la morfina; por esto se les denomina opiáceos endógenos.
No obstante, aunque se admite el concepto de neurona peptidérgica después de
mucha investigación, los neuropéptidos deben considerarse como posibles
neurotransmisores de diversas regiones del SNC.
Los neuropéptidos presentan algunas características que los diferencian de los
neurotransmisores clásicos; entre ellas, destaca que se encuentran en una
concentración mucho más pequeña, pero tienen acciones más potentes.
Sistemas peptidérgicos
Gracias a nuevos métodos de investigación, como el radioinmunoensayo y la
cromatografía líquida de alto rendimiento, se ha podido determinar el papel
neurotransmisor, tanto de los péptidos que ya se conocían por su intervención
periférica y local como del nuevo grupo de péptidos de acción cerebral, como
las encefalinas y las endorfinas.
Aunque se considera a los péptidos como posibles neurotransmisores, hay algunas
diferencias con respecto a los mismos:
Su gran potencia, aunque se encuentran en cantidades menores al resto de
neurotransmisores.
La biosíntesis, que parece ser similar a la de las hormonas proteicas y otras
proteínas secretoras.
El péptido es una molécula relativamente grande, lo que conlleva situaciones no
tan fáciles de regular como las de un neurotransmisor clásico, es decir, una
molécula sencilla.
El neuropéptido exige una síntesis compleja y problemática, que también podría
producirse a partir de la formación por parte de la neurona de compuestos
proteicos que, almacenados en los botones terminales, fuesen degradados por
proteolisis y liberaran fragmentos que pudieran ser de utilidad neurotransmisora.
Otra dificultad añadida es que, al ser moléculas grandes, su inactivación por
recaptura constituye un problema, pero también lo es, y más, su degradación
metabólica extracelular, lo que nos lleva a pensar en términos generales que
los neuropéptidos deben ejercer una actividad esencialmente cotransmisora o
neuromoduladora.
Teniendo en cuenta lo anterior, lo más fácil es pensar que los neuropéptidos
van a coexistir con los neurotransmisores, y su papel puede ser el de un
neuromodulador.
Por tanto, podemos hablar de neurotransmisores y cotransmisores con la concreta
sofisticación de la acción de los neurotransmisores clásicos.
Los péptidos neurotransmisores más conocidos son las encefalinas y las
endorfinas, que actúan sobre los receptores opiáceos endógenos; pero la lista
es cada vez más amplia.
Su liberación podría ser simultánea con la de los neurotransmisores clásicos,
teniendo, por tanto, amplias repercusiones conductuales o, simplemente,
expresando propiedades sobre los procesos psíquicos como la afectividad, la
motivación, el aprendizaje y la memoria.
La lista de neuropéptidos que actualmente se están investigando en cuanto a su
distribución, contenido y potencia farmacológica es casi interminable, por lo
que es imposible desarrollarlos todos.
Normalmente se sintetiza un péptido precursor o pre-proteínas, las cuales se
desplazan a las cisternas del retículo endoplasmático, donde se desintegra la
secuencia \"pre\" para producir pro-proteínas, las cuales se
transportan al aparato de Golgi donde van a escindirse para producir péptidos
más cortos.
Posteriormente, para que tenga lugar la finalización del proceso
postranslacional van a ser reunidas en los gránulos neurosecretores y se van a
transportar a los terminales nerviosos para su almacenamiento y posterior
liberación.
Puede tener lugar una amidación en el terminal carboxilo (C) y una acetilación
del terminal amino (N), se pueden constituir uniones de disulfuro, ciclarse el
glutamato, etc.
Hay muchas familias parecidas de neuropéptidos, pero se diferencian en
secuencias peptídicas que son esenciales para su actividad.
Cada miembro de la familia se puede encontrar sintetizado en un órgano o región
del cerebro distinto.
Esto viene determinado por el procesamiento de las enzimas que allí existan.
Por ejemplo, dentro de la familia de péptidos CCK, el CCK-8 se encuentra en el
cerebro, mientras que el CCK-3 está en el intestino.
En cuanto a su desactivación, al no haberse encontrado sistemas de transporte
de membrana efectivos, parece que esta se lleva a cabo por medio de la acción
de las peptidasas activas.
Por tanto, no son recaptados y reciclados por la neurona y se deduce que la
cantidad de péptidos que se vayan a liberar depende de los almacenamientos
adecuados de sus proteínas precursoras.
Se sabe que algunos neurotransmisores peptídicos se sintetizan y liberan desde
las neuronas del SNC, realizando un papel hormonal ya establecido en la
hipófisis.
Lo novedoso es, como ya hemos dicho, su funcionamiento como neurotransmisor.
Otra característica también muy relevante es la coexistencia, dentro de la misma neurona, de neuropéptidos con
otros péptidos o neurotransmisores.
Cuando se liberan las dos sustancias, los péptidos tienen la capacidad de
modular la acción del neurotransmisor clásico y también de actuar por separado
sobre células postsinápticas.
Resumiendo toda esta información nos encontramos con el problema de cómo
denominar entonces a todas estas sustancias, ya que actúan como hormonas,
neurotransmisores y neuromoduladores.
No obstante, una sustancia puede actuar como neurotransmisor y también poseer
cualidades moduladoras y hormonales en otros lugares que tengan receptores para
esta sustancia.
Algunos de los neuropéptidos también existen en el sistema gastrointestinal,
donde funcionan como neurotransmisores periféricos u hormonas.
Los péptidos neurogastrointestinales son colecistoquinina (CCK), péptido
intestinal vasoactivo (VIP), neurotensina, sustancia P, somatostatina,
encefalinas, bombesina.
Estos péptidos están organizados en familias basadas en estructuras
relacionadas y con una secuencia peptídica común, que es la responsable del
tipo de actividad característica.
En general, los péptidos pueden dar lugar a muchas variaciones en el
comportamiento, cuando se administran en humanos y animales de experimentación.
Estas van en la línea de modificación de las emociones y del estado de ánimo,
así como efectos analgésicos de las encefalinas y endorfinas.
Por lo que se concluye que vivir feliz es vivir sano